Bravely Default Análisis

¿Por qué este juego no se llama Final Fantasy Lo Que Sea pese a que se merece más ese nombre que cualquier juego que haya lanzado Square Enix desde... ¿hace diez años? ¿desde Final Fantasy X?. No lo sé. Tras 70 horas de rolazo japonés del de hace tres generaciones y con muchas cosas aún por desbloquear, solo puedo aplaudir a Bravely Default. por recobrar la inocencia, las japonesadas y los cristales que caracterizaban y nos hicieron amar la saga madre del JRPG tradicional.

Bravely Default no es nada original en el fondo

No hay nada en Bravely Default que sea propiamente original: ni la historia, ni el mundo, ni los personajes, ni los enemigos, ni los trabajos, ni el diseño, ni la música. ¿Qué faena, eh? Pues no. En cualquier otro juego o saga o producto, esto sería algo realmente negativo, pero en un JRPG que quiere ser un JRPG clásico, pues oiga, esto está bien. ¿Para qué cambiar lo que ya funciona si todo el mundo se queja luego de los cambios, como con Final Fantasy? Pues ea, a tragar. Y tan felices con ello, ojo.

Así, se podría decir que Bravely Default es una reivindicación de un género que muchos echaban de menos de boquilla pero que la mayoría de jugadores, también los fans, no soportan en el fondo. Por eso ahora juegan al DOTA 2 y al LoL. ¿Recorrer un mundo enfrentándose con monstruos de forma aleatoria? Si no se trata de Pokémon, eso cansa. Y es absolutamente cierto, hay momentos de Bravely Default en los que tener que subir de nivel para avanzar es algo tedioso, y eso que el equilibrio entre número de batallas aleatorias, el nivel de los enemigos, la recompensa por vencerlos y su dificultad está mucho mejor equilibrada que en cualquier Final Fantasy.

No, señores, aquí te pueden comer vivo unos bichos que te pillen con la salud baja. Pese a esto, al final uno se pregunta si no estaría mejor dedicando ese tiempo a otra cosa. La respuesta a eso es no, porque el sistema de combate de Bravely Default sabe jugar con esa noción de "aprovechar bien el tiempo".

Eso mismo: aprovechar el tiempo

Los ataques, las magias, el comprar equipamiento y las habilidades que se ganan con los diferentes trabajos que se van desbloqueando en el juego son parte de la arquitectura y del entretenimiento de este juego. Encontrar todos los oficios es una labor titánica pero que se ve muy bien recompensada. Además, encontrar una nueva clase molona te pica un poco para intentar farmear un poco y conseguir nuevas habilidades.

Su gran novedad, porque realmente es falso asegurar que todo sigue igual, reside en su nuevo sistema de defensa y ataque, tan progresivo y táctico como un JRPG por turnos puede permitir. Es cierto que en todos estos juegos, en este también, hay magias y objetos que aumentan la agilidad y el orden de ataque de un personaje, pero los comandos 'Brave' y 'Default' trastocan esto.

'Brave' sirve para encadenar hasta cuatro ataques seguidos a costa de consumir ataques posteriores, esto es, atacas tres veces seguidas, pero hasta dentro de tres turnos no podrás volver a hacerlo. 'Default' se puede utilizar para invertir esto: guárdate un turno subiendo tu defensa y resistiendo mejor al enemigo y empléalo luego en el comando Brave sin tener que agotar posteriores oportunidades.

Un sistema avanzado y complicado

Explicado así, este sistema que nombra al juego (de forma lamentable y evidenciando aún más la vergüenza que supone que no se llame Final Fantasy) resulta muy complejo. Y ciertamente, lo es, porque hay que aprender a utilizarlo muy poco a poco, con ensayo y error, algo que muchos jugadores no tendrán paciencia para hacer. Cualquier advenedizo o ansioso que quiera consumir este juego rápidamente se va a encontrar más pronto que tarde con un jefe implacable (y eso que casi todos lo son), que solo podrá superar grindeando niveles como un animal o usando bien el sistema Default.

Preveer los envites del enemigo y organizar estrategias con los personajes más débiles o los que curan son maravillas que elevan a este juego por todo lo alto, pese a que, como decía, no tiene un solo elemento original en el resto de apartados. Como el sistema de combate, la matriz real del JRPG y el motivo por el que se ha hundido tanto, es divertido per se, el resto puede ser una mierda pinchada en un palo, que da igual.

Ay ho; ay ho; vamos a trabajar...

Esta estructura de juego se complementa muy bien con el sistema de trabajos ya mencionados. Grindear para subir de nivel es aburrido, sobre todo si es obligatorio para jugar con algo de soltura y no pasarlas canutas; pero hacerlo para que tu personaje aprenda una nueva habilidad, domine nuevas magias o sea mucho más flexible al saber invocaciones y magia negra o curación e hidalguía o lo que sea.

Las posibilidades, dadas las dos decenas de clases, son muy numerosas. Existe un regusto a Pokémon en este entrenamiento de héroes para poder subir sus puntos de clase (que se obtienen en los combates al margen de la experiencia).

Una reinterpretación justita pero adecuada

Bravely Default puede ir con la cabeza muy alta y tutear, sino directamente burlarse, del actual estado de Final Fantasy, que cuando mejor funciona es al abandonar todas sus características como JRPG y tratando de ser algo diametralmente diferente.

Bravely Default sabe mantener esa magia y, aunque a mitad de su partida se viene abajo y le cuesta recobrar el ritmo, es una lección de cómo cambiar un poquito las normas del JRPG, limando asperezas, incluyendo nuevos giros de sus mecánicas de toda la vida y sin abandonar lo que le confiere una identidad.

Ya hay confirmada secuela, así que esperemos que Square Enix haya visto la luz con el género que dio vida a ambas compañías por separado y que juntas no han sabido mantener al día. No es como si Bravely Default fuera tampoco un JRPG moderno, claro, pero a falta de pan, buenas son tortas.