Tomodachi Life es un éxito en Japón, un éxito hasta ahora desconocido en occidente pero que ya comenzó su andadura en Nintendo DS con la opción de dar algo de vida a los Mii, una vida un tanto peculiar en la que el jugador hace las veces de observador, o de Dios de una isla, en la que sencillamente pasan cosas surrealistas.

Ahora, con la entrega de Nintendo 3DS, las opciones aumentan, y con ello las posibilidades de que pase algo aún más surrealista.

Tomodachi Life, vida de amigos

Tomodachi significa 'Amigo' en japonés. Es una palabra muy apropiada para el juego ya que no es un juego en el que haya un sólo protagonista o, como en Animal Crossing, interactuemos con todo a través de un único personaje.

Esto se trata de llenar una isla de Miis, sean amigos, conocidos o personajes famosos de todo tipo, lo que se te ocurra, y a partir de ahí ver cómo interactúan entre ellos dentro de unas zonas concretas de la isla en la que casi todo ocurre al azar.

¿Y qué hace el jugador? El jugador puede ir a mirar qué está ocurriendo en cada apartamento, atender a las peticiones de cada Mii (si tienen hambre, si quieren ropa nueva o si crees que se podrían llevar bien con otro Mii), y a partir de ahí, mirar todos los rincones de la isla para ver cómo suceden cosas.

De repente puede que te encuentres a Satoru Iwata, presidente de Nintendo, intentando flirtear con tu novia, o a Miyamoto disfrazado de superhéroe corriendo por la playa.

Un juego de compartir en solitario

Aunque parezca un juego muy social, las interacciones multijugador de Tomodachi Life se limitan a poder ir a islas de otros amigos, o que algún vecino interactúe con esas islas pudiendo incluso mudarse. Pero la interacción real es mucho más importante.

Llenar tu isla de todo tipo de personajes, atender a situaciones locas, hacer capturas y compartirlas por las redes sociales o con tus amigos para echarte unas risas, es la verdadera salsa de Tomodachi Life.

Tomodachi Life es un juego raro. Realmente habría que premiarlo por ser algo nunca visto ya que aunque tenga elementos comunes, su fórmula no se asemeja ni a Los Sims, ni a SimCity, ni a Animal Crossing ni a nada que hayamos visto antes, pero no por original va a tenerlo todo.

Es un juego duro, es difícil de entender y no tendrá gracia a menos que decidas tomarlo completamente a broma y disfrutar de las situaciones. No es para jugar 'en serio'.

Un buen complemento

Ni es para jugar en serio en el que pretendemos tener el pueblo de nuestros sueños o conseguir un máximo de elementos del juego, ni es un juego para dedicarle un número de horas hasta conseguir un objetivo.

Al ser un juego en el que somos más bien un observador, Tomodachi Life funciona mejor como un complemento que como un juego independiente. Es mejor dosificarlo, observar a ratos, dependiendo de las horas, pero no para varias horas seguidas.

Es raro, pero tiene más gracia cuanto menos en serio nos lo tomamos, como el propio juego hace. Tomodachi Life comparte creador con juegos como Rhythm Paradise o Wario Ware, juegos que no dudan en ponerte en una situación completamente irreal formada por elementos ultrarrealistas, como aquí puede ser un Mii con su forma caricaturesca, vendiendo un plato que es, directamente, una foto real de comida. Tiene su gracia, pero no es para todos.

Tomodachi Life, una nueva vida

Tomodachi Life es una apuesta tan arriesgada para el público occidental que es difícil creer que al final haya llegado, y lo han hecho con muchos esfuerzos por parte de Nintendo al adaptar multitud de tradiciones y festividades a las no-japonesas, y por eso no nos encontramos en la tienda de comida un okonomiyaki, sino una tortilla de patatas.

Desde nuestro punto de vista de Dios de la isla, nuestro deber es hacer felices a los habitantes y, con ello, ganar dinero para hacerles más felices aún con nuestras compras para ellos. Serán felices si les compras un traje de gala tanto como un sombrero de fresa, y de situación absurda en situación absurda, acabamos por estar encantados con nuestra nueva vida.

Tomodachi Life tiene un encanto muy particular, pero sigue sin ser para todos los paladares.