Hotline Miami Análisis

Hotline Miami es uno de esos motivos por los que hay que prestarle atención a los títulos independientes. Es un juego que emplea la impresión visual parcial que entregan los píxeles para componer una aventura en la que nada está del todo claro.
Hotline Miami no se podría hacer con gráficos punteros, porque necesita del píxel, y no por nostalgia, sino para que el jugador rellene con su imaginación los vacíos que este estilo no acaba de aclarar. Preguntas como “¿quién eres?”, “¿por qué matas?”, “¿qué te mueve?”, se aprovechan de ello para ganar peso en la concepción de Hotline Miami; y aún cuando te acabas el juego, te quedarán muchas preguntas por responder.

Hotline Miami: sensación de Dejà Vu

El juego recuerda un tanto a la película de Ryan Gosling, Drive, por ese silencio que envuelve a la violencia, por esas músicas deliciosas, maquineras y ochenteras que le van como anillo al dedo a la cinta, y ese protagonista que hace las cosas porque tiene que hacerlas. Espero que si algún día hacen la peli de este juego, se fijen en el actor.

Nuestro avatar se levanta y escucha un mensaje cifrado en un contestador. Le dan una dirección, se dirige a ella, mata a todo lo que encuentra y vuelve a su hogar. Ése es el esquema de Hotline Miami. Seguimos la acción a través de una cámara aérea, desde un punto de vista cenital. Entramos en un edificio y, como si de un twin sticks shooter se tratara, controlamos cámara y puñetazos, disparos o armas. Avanzamos por los pasillos, siempre pendientes de quien se encuentra al final de los mismos, cargamos contra ellos y continuamos.

Fácil de aprender, difícil de controlar.

Al principio es fácil, pero pronto aparecen enemigos que sólo se pueden matar con armas, otros que no mueren, una ninja con katana, un tarado con dos uzis... y morimos de un toque. La muerte en Hotline Miami está integrada en el título; hasta te dicen que no te preocupe morir. Al perecer, pulsamos el botón “x” y volvemos al inicio de la fase, sólo que ahora más sabios. Sabemos quién nos mató, donde se encuentra y cómo acabar con su vida.

Al pasar las fases se nos entregan premios en función de cómo lo hayamos hecho. Se nos dan armas nuevas y lo mejor: las máscaras. Antes de iniciar cada misión hemos de escoger qué antifaz ponernos. Todos imitan a un animal y mejoran una de nuestras capacidades. Yo me quedé durante toda la partida con la careta de tigre, que me permitió poseer “puños de furia”. Cada puñetazo que di fue una experiencia mortal para mi adversario.

Las máscaras, como la muerte y la violencia, son una parte fundamental de la aventura. Primero porque transforman al protagonista en una criatura no humana, dando fe de que quien comete los atroces crímenes que él ejecuta no es un hombre. También porque tus enemigos, los mandamases, también se esconden tras ellas; porque tampoco son humanos ¿O lo suyo es su rostro auténtico y no es una careta? Eso no lo sabremos, es la magia del píxel y su cualidad de no revelar nunca toda la verdad.

Música que te envuelve en la atmósfera en Hotline Miami

La música se merece un espacio aparte para hablar de ella. Es una maravilla. Potente, con pegada, adictiva y perfecta. Te sume en un estado de frenetismo que consigue que te olvides de todo salvo de la aventura que estás viviendo, algo que añadido a la exquisita jugabilidad, en Vita, al estilo gráfico, a su diseño y a la manera de plantear su narrativa, demuestra el excelente trabajo tras Hotline Miami. No es una superproducción, pero ojalá más de ellas tuvieran el nivel de cuidado y mimo que tiene Dennation a la hora de parir esta obra.

Así que en, conclusión, sí, tenéis que jugar a Hotline Miami. Si sois del PSPlus ya lo tendréis correteando por vuestra cola de descargas, así que priorizad y disfrutadlo. Os lo pasaréis en un par de tardes, pero serán unas magníficas veladas. Quedamos ahora a la espera de la segunda parte, ya fechada y que promete mucho.