Max: The Curse of Brotherhood Análisis

Los juegos digitales de comienzos de la pasada generación fueron escasos, aunque muy buenos. En la nueva generación, lo digital está más que asentado y hay una buena cantidad, pero quizá su calidad es mejorable. Afortunadamente, Max: The Curse of the Brotherhood es una excepción.

Estamos ante un plataformas 2,5 que es, ni más ni menos, una versión mejorada y ampliada de un juego de Wiiware del 2010, Max & The Magic Marker. El protagonista es, claro, Max, que va dando brincos por un mundo de sueños algo inquietante con el objetivo de salvar a su hermanito, quien deseó desaparecer para siempre del mundo con tan mala suerte su deseo amenaza con hacerse realidad. Ya podría haber pedido la paz mundial o ser millonario. Estos niños…

El pincel de un artista en Max: The Curse of Brotherhood

Si su historia es simple, su mecánica es algo rudimentaria: la clave está en el entorno hostil que nos rodea. Cuando un gran troll empieza a perseguirnos y tenemos que huir a toda pastilla, la única defensa contra él es saber usar ese rotulador permanente que llevas en la mano. Parece una tontería, pero va en serio: toda la gracia del título está en cómo se puede emplear el marcador mágico para modificar el entorno, extrayendo bloques de barro del suelo, creando escudos con ramas, soltando globos de agua en el momento oportuno y unas cuantas cosas más. Solo se pueden usar ciertas áreas de la pantalla, que esto no es un gran sandbox, pero nunca parece algo restrictivo pues está todo pensado con mucha cabeza.

Por ejemplo, puede que tengas que dibujar una rama con forma de rueda y luego otra que sirva como rampa para que la primera descienda por ella y accione un botón que despeja el camino a seguir. Esto se puede combinar con enredaderas, tuberías, balancines y demás. El sistema de físicas es consistente y es lo que hace de The Curse of Brotherhood un juego con puzzles difíciles y algo diabólicos.

El sistema de colisiones también es genial, algo que se aprecia mucho cuando toca poner a Max a enlazar objetos para poder ascender a otra plataforma o a cortar ramas, por ejemplo, para bajar al suelo. Aunque es necesario dibujar cada objeto de una forma comprensible para el juego, creando ángulos lógicos y escalables, el motor lo interpreta todo bastante bien. En definitiva, el juego trata de resolver los puzzles, que son en su mayoría gratamente entretenidos e inteligentes, para llegar al siguiente. Este es un punto claro a su favor: nada estorba a la hora de jugarlo.

No a la violencia

Press Play ha hecho otras decisiones inteligentes también con Max. Por ejemplo, no hay que combatir enemigos O más bien, no hay que confrontarlos cara a cara porque Max no tiene forma de vencerlos, de modo que tiene que huir dibujando rápidamente rutas alternativas en el escenario y así escapar del peligro. De nuevo, las frustraciones por hacer estos gestos rápidos son mínimas y está todo muy bien implementado. Eso sí, hay tener buen tino y dibujar rápido con el mando, pues aunque siempre se muestran ejemplos de cómo hacer los dibujos, alguna que otra vez falla. Nada que llegue a ser molesto, pero depende de la sección en la que te encuentres. Sea como fuere, nunca es algo que rompa el ritmo pausado del juego y el encanto de no pelear nunca directamente.

No es un juego excesivamente difícil, y eso que luego se vuelve un poco más complicado a partir de las últimas dos horas. Es entonces cuando más brilla y recuerda a los plataformas de la era de los 8 y 16 bits, pues exige memoria y destreza por igual. El puzzle final, de hecho, es una delicia. El estudio se merece reconocimiento de verdad por conseguir un juego tan equilibrado y sesudo a la par que divertido e intrigante.

Una joya imperfecta pero brillante

Evidentemente, no todo es perfecto y algunas cosas pueden ser molestas, como que a veces no sabes dónde terminan las plataformas, haciendo algunos tramos algo irritantes y teniendo que repetir secciones, algo que no sería un mayor problema de no ser porque los checkpoints tampoco están todo lo bien colocados que deberían. Que las cinemáticas no se pueden omitir también es una tontería que se podría haber solucionado fácilmente.

Son minucias que no pueden arruinar un juego inteligente, que tiene la duración adecuada y que cualquiera con Xbox One debería añadir a su lista de juegos digitales. No es como si hubiera otros, mejores o peores, ahora mismo tampoco. Y aunque no es Geometry Wars, porque madre mía qué bueno era, puede cubrir su ausencia.

8

De plus- en minpunten

  • Su parte final
  • Su motor es complejo pero no da fallos
  • Los puzzles
  • Cinemáticas que no se pueden omitir
  • Plataformas confusas
  • Facilito

Max: The Curse of Brotherhood

Disponible desde 9 april 2014

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