Mercenary Kings Análisis

Scott Pilgrim contra el mundo es un gran cómic, una entretenida película y un buen videojuego, así que cuando los señores que hicieron este último se sacan de la manga un juego que, más o menos, homenajea a Metal Slug, Contra y Mega Man, no puedo hacer otra cosa que sentarme a jugarlo aunque tenga unos defectos evidentes.

Mercenary Kings empieza con mal pie

Es una lástima que Mercenary Kings empiece tan, tan lento. Ponerse a pegar tiros con una pistola de pacotilla a un montón de enemigos clónicos que se repiten como el ajo y que se regeneran constantemente en cuanto avanzas por la pantalla es aburrido, y estoy seguro de que a más de uno le echará esto para atrás, sobre todo porque, como yo, verán un potencial Metal Slug y se encontrarán con algo desaborido en su lugar.

Quizá por eso lo mejor es jugar con otro amigo, charlando por el headset y tratando de lidiar con esas primeras seis misiones para así poder desbloquear la construcción de nuevas partes de arma. No es que te den un rifle que intercambias con la pistola, no: sobre su base, vas añadiendo diferentes partes personalizables y totalmente intercambiables. ¿El cargador de un rifle con las balas de una escopeta? Si son compatibles, puedes hacerlo.

Armado hasta los dientes

Cuando consigues dinero suficiente para construir la primera arma alternativa que quita daño de verdad y que tiene hasta efectos elementales, Mercenary Kings es mucho más entretenido. Y cuando aparecen los primeros jefes mecanizados, sigue ganando. Luego aparecen nuevos secundarios, como el perro revolucionario, y consigue hasta ser algo gracioso. A medida que vas conquistando misiones y te aprendes los mapas, jugarlo es incluso más dinámico y los objetivos no son tan difíciles de alcanzar.

El problema es que estas no varían ni una pizca y tienen una imaginación digna de un zombie. Algunas van desde cosas tan coñazo como buscar trozos de tela, que están bien para mejorar tu armadura (más vida), hasta tener que quitar la suficiente vida a un enemigo mecánico para usar un tipo de granada especial, que está escondida por el escenario, para capturarlo y poder investigarlo en la base para conseguir mejoras o información. Y así ad infinitum…

Mejor en compañía

Como decía, si tienes un compañero, de los cuatro que se pueden tener tanto en online como en local, esas idas y venidas en busca de objetos se vuelven mucho más llevaderas. Incluso en este apartado falla un poquito, porque no es normal no poder compartir vida con facilidad o curarse el uno al otro al instante.

¿Qué es lo mejor entonces de Mercenary Kings? Que no es un juego de disparar a lo loco, algo que lo condenaría del todo, sino uno de medir cuándo recargas el arma. Me recordó mucho al sistema de Gears of War, juego con el que jamás me creí capaz de comparar algo como Mercenary Kings, pero es que sí en ambos aciertas en el punto crítico durante la recarga, tus balas harán aún más daño.

La recarga es importante

Si fallas, tardas más en recargar, lo que llevado a un jefe significa que te mata o que ese mierdecilla clónico que dispara siempre igual te pega y te quita unos puntos de tu valiosa y escasa barra de vida. Y no quieres morirte, no porque sea siempre malo, sino porque en Mercenary Kings es especialmente coñazo y frustrante, sobre todo si vas con un amigo y muere él y, oh, la misión acaba para los dos.

Mercenary Kings brilla en esos momentos de disparos precisos y de recarga al límite con tu arma personalizada y absurda (puedes tener un váter como arma). Antes de que te des cuenta, lo mismo has hecho 10 misiones con un amigo en una tarde, pero también notas que no te apetece seguir más. ¿Por qué? Porque es un juego que no cambia demasiado su jugabilidad y que se repite.