Rune Factory 4 Análisis - Cultiva y liquida monstruos. Y liga, ya que estás.

Rune Factory 4 te pone en la piel de un personaje que, oh, sufre amnesia. Recibe un golpe, cae de un barco volador y aterriza sobre la cabeza de un dragón que resulta ser una deidad. Este decide que eres el príncipe de su reino puesto que si el destino te ha hecho llegar hasta él ha sido por algo. Refunfuñas y aceptas. Una excusa como cualquier otra para darte poder sobre una ciudad, pero un poder moderado.

Como príncipe, tu misión es cumplir los encargos de tus súbditos y lograr prosperidad para tu ciudad, pero la cosa no es tan sencilla como sentarse en tu trono y gobernar. Al principio del juego ya te lo dices: “te lo tienes que currar”.

Además de este puesto regalado, tu labor también incluye cuidar el campo, machacar monstruos, cocinar, preparar tus armas y muchas cosas más, como ligar con todo el que tenga dos piernas.

Rune Factory 4 tiene tanto por hacer que es incapaz de aburrir

Rune Factory 4 se convierte en un muy buen simulador de vida; medieval, sí, pero te obliga a establecer ciertas rutinas similares a las del día a día de cualquiera, representadas aquí por las tareas que el juego te obliga a hacer. Aquí te levantas, haces la tareas de la casa, realizas tus ocupaciones asignadas como príncipe y venga a machacar enemigos.

Cada una de las habilidades que entraña cada una de estas acciones se potencia mediante la repetición de la misma; algo parecido a la manera de subir de nivel en Oblivion. Al cosechar mejora la habilidad de cosechar, y al cocinar lo mismo.

Conseguir estas mejoras no es algo difícil, pero sí que obliga a repetir una y otra vez lo mismo para lograr los objetivos que nos marca el juego.

Subir de nivel es fácil, pero llegar al que queremos no tanto

La trama de Rune Factory 4 avanza mientras vas superando los distintos hitos del juego y subiendo de nivel, siempre ligera, preparada solo para darle un hilo argumental a todo; y lo consigue de manera agradable puesto que, sin saber cómo, ves que has invertido treinta horitas en el juego y que sigues jugando.

Este vicio se produce a causa de que, aunque cada elemento por separado cuenta con mecánicas muy sencillas que no entrañan mayor dificultad, todas juntas se organizan para transformarse en una efectiva y muy entretenida.

La sencillez de su argumento, y hasta lo tontorrón que es, contrasta con una fórmula que funciona como un reloj, uno a cuyo tic-tac acabarás sometiéndote para realizar religiosamente las tareas del día antes de ir a dormir.

Trabajar, dormir, trabajar, dormir... Si te cansas, toca ir a la cama

A la hora de combatir, Rune Factory 4 es capaz de introducir un sistema ARPG que, aunque está claro que no es perfecto y carece de la agilidad de otros, es idóneo si lo entendemos en el conjunto del resto de los elementos del juego.

Podemos equiparnos con armas y hasta pedir a la gente de la ciudad que gobernamos que nos acompañen, estableciendo a su vez vínculos con ellos que anteceden un "I love you"; pero todo sea dicho, la inteligencia de nuestros acompañantes es la de un ladrillo.

El combate, aunque sencillo, tiene su magia

Gráficamente, el videojuego es bonito aunque sin alardes. Su estética manga se pinta con tonos pastel y modelados sencillos pero efectivos; es más propia de NDS que de los últimos años de la 3DS. Si hablamos de su apartado musical nos encotramos con lo mismo: Rune Factory 4 es correcto, y nada más.

Rune Factory 4 es un videojuego en el que si ponemos cada uno de sus elementos jugables por separado los encontraríamos mediocres, pero que juntos enganchan una barbaridad.

Es un título complaciente, bonito y entretenido que tiene como única gran pega que a la mitad del mismo se te puede hacer muy cuesta arriba repetir las mismas acciones para subir de nivel. No os arrepentiréis de haceros con él.