Análisis de The Last Guardian - Lazos indestructibles

Hablar de The Last Guardian es acercarse a una manera de diseñar videojuegos que probablemente sea única. Fumito Ueda, su director, y genDESIGN, el estudio detrás del creativo nipón, representan la única muestra de lo que podríamos entender como el videojuego de autor de alto presupuesto. No es un concepto sencillo, ni habitual, porque precisamente se aleja del gran público para favorecer la visión de un creador con una idea muy clara que, tras casi diez años de desarrollo, finalmente se ha llevado a cabo y nos permite escribir por fin el análisis de The Last Guardian.

Estamos ante un juego sobre el que ha pesado sucesivas veces el rumor de la cancelación, una obra no exenta de polémica que pese a todo ha conseguido navegar contra viento y marea para salir a flote, hacerse realidad y llegar a nosotros. Sin Sony y seguramente sin el apoyo de Shuhei Yoshida hoy no podríamos afirmar que lo hemos jugado, algo que en cierta manera nos apena porque la industria debería tener más ejemplos como el presente que demuestren que está bien viva, que sabe ofrecer cosas distintas.

Así pues, vayamos a por el análisis de The Last Guardian

Todo empieza en una cueva, tras observar un misterioso objeto que parece enterrado en la tierra y del cual todavía no conocemos el propósito. Un niño despierta frente a una bestia encadenada que no se fía de él, pero no parece importarle. Poco a poco va tomando confianza, gracias a que conseguimos saber qué necesita el animal, de esa manera su desconfianza se va desvaneciendo y terminamos dando pie a lo que termina siendo una historia de amistad de las que pueden contra cualquier impedimento.

Sería injusto que en el análisis de The Last Guardian mencionásemos más de la cuenta, en parte porque su historia se apoya en el misterio: de dónde viene Trico, qué hacemos ahí, qué son las marcas que tenemos en el cuerpo. La obra de genDESIGN nos pide que seamos prudentes y te hablemos de sensaciones, porque a pesar de que estamos ante una historia que deja margen para rellenar sus huecos como bien quieras, también merece que la vayas disfrutando y que no te destripen su evolución. Aun así, te podemos garantizar que merece la pena, tanto por su final como por cómo sabe llegar hasta él.

No todo son cosas buenas

Dentro de la manera de diseñar que tiene Fumito Ueda, basada principalmente en prescindir de cualquier elemento que no contribuya a reforzar el mensaje de su videojuego, hay que apuntar que el control da que hablar, tanto voluntaria como involuntariamente. Como ya ocurría en ICO y en Shadow of the Colossus nuestro personaje se mueve de una manera torpe, lenta al principio, algo deliberado por el equipo de desarrollo en pos de conseguir transmitir el peso de un personaje que está vivo, que no se mueve por el entorno como si fuese un robot.

Pero quizás por ese motivo tenemos unas mecánicas imprecisas, torpes en algunos momentos como en el de saltar hacia un saliente, caminar por un lugar estrecho o saltar desde una cadena. Son partes con las que puedes llegar a hacerte y casi llegar a omitirlas, pero siguen ahí y no sería de extrañar que supusieran una traba para más de uno. También es justo destacar en el análisis de The Last Guardian que la cámara da algunos problemas, tanto cuando es completamente manual como cuando intenta seguir enfocando a los dos personajes en entornos cerrados, entrando en puertas estrechas a lomos de Trico y escalando algunos lugares.

Otros elementos podrían parecer errores, aunque no lo son

Como animal curioso e indomesticado que es, Trico también irá a la suya. Esto hace que en más de una ocasión le pidamos que realice determinadas acciones y no nos escuche, o como mínimo que se tome su tiempo en decidir que es el momento de hacernos caso. Es difícil saber cuando es algo que está hecho voluntariamente, con la intención de conferirle entidad y realismo a Trico, y cuando es simplemente un problema de diseño en el que no se ha transmitido nuestro mensaje. Sea como sea, ni son tantas las veces que ocurre ni deberían suponer un problema, porque gracias al magnífico diseño del animal cada una de sus acciones consigue ser tan increíblemente realista que merece la pena observarlas.

Cuando decimos que Trico está vivo es que verdaderamente lo parece. Primero porque sus movimientos por un escenario que no le es propicio son completamente naturales y segundo, y posiblemente lo más impactante, porque interactúa con nosotros y con otros elementos del escenario de una manera que hasta hoy no habíamos visto jamás. En ocasiones tomará la iniciativa, en otras nos recompensará por haberle ayudado, y en todo momento sabrá ofrecer un lenguaje corporal acorde con cada situación, consiguiendo que llegemos a experimentar una conexión que nunca habíamos sentido con ningún otro personaje representado en un videojuego.

El juego gira en torno a la misma idea, pero siempre sabe distinta

The Last Guardian es un juego centrado principalmente en la exploración, la superación de obstáculos y la resolución de determinados puzles. Puede recordarnos en cierta manera a lo que vimos con ICO, pero con la crucial diferencia de que aquí contamos con un ser vivo de grandes proporciones que nos puede dar la clave de un problema que de otras maneras parecería insalvable. Nos tocará rescatarlo, otras veces esperar a que él lo haga, y la mayoría de veces nos separaremos del animal para terminar reuniéndonos y pasar a la siguiente zona.

Puede parecer una experiencia monótona, pero como nuestra relación con él, Trico también irá cambiando y ampliará nuestro abanico de opciones. Además, hay determinadas partes del juego en las que el potencial técnico de PS4 directamente saca pecho y nos permite disfrutar de algunas de las secciones jugables más bonitas, impactantes y tensas de todo 2016. Solo por ellas, ya merece la pena la aventura. Pero no se queda ahí, porque al terminar es posible que lloréis, o que lo hayáis hecho incluso antes del tramo final. Lo verdaderamente destacable de The Last Guardian no es lo que cuenta, sino cómo consigue hacernos partícipes, tanto de manera activa como pasiva, de una historia en la que dos seres vivos muy diferentes superan cualquier adversidad para ayudarse y crear un vínculo que hacemos nuestro, una amistad que permanece en nuestro interior incluso cuando apagamos la consola.