Transistor Análisis

    Supergiant Games ha conseguido un juego tan arrebatadoramente bonito como Bastion, solo que esta vez también han incluido un sistema de combate variado y profundo. Este es nuestro análisis.

    Cuando se dice que los gráficos no son lo más importante de los videojuegos, se dice como una forma de resaltar lo que realmente importa: la jugabilidad. Ningún juego es entretenido por tener buenos gráficos y nada más. Por eso, aunque Transistor entra por los ojos antes incluso que por los oídos, donde también muestra lo delicado de su naturaleza, conviene recordar que los videojuegos necesitan ser buenos mientras se juegan. Y Transistor lo es como el que más, vaya.

    Transistor es un espectáculo para los sentidos

    Supergiant Games ha construido su identidad como estudio a través de elementos francamente reconocibles. La cámara en 45 grados, la música etérea, los gráficos que parecen pintados a mano, la mezcla de elementos de RPG y de acción… todo eso está presente en Transistor y todo tiene como objetivo estimular los sentidos.

    Por cursi que esto pueda sonar, es así: jugarlo es arriesgarse a sufrir el síndrome de Stendhal.

    Transistor tiene unas cinemáticas sencillas pero bonitas

    Su ambientación es extraña, en forma y en fondo. Cloudbank funciona como un conjunto de bonitos pasillos por donde se suceden batallas contra enemigos algo repetitivos, pero también es un reflejo de la distopía retrofuturista más exótica de los videojuegos.

    No se trata de Blade Runner ni de Fallout, sino de algo completamente diferente donde lo digital y lo urbano están unidos hasta parecer Matrix por momentos. Es una pena que muchas veces resulte muy confuso todo, pero al menos es precioso.

    Una pelirroja de armas tomar

    Lo mejor del juego y lo que le caracteriza al mismo nivel que sus apartados gráfico y sonoro es el sistema de combate. Si Bastion era criticado por simplista, Transistor podría serlo por todo lo contrario, por arrojar al jugar en un sistema que al principio no se entiende y al que hay que dedicar algo de tiempo. Dos son las partes que lo componen: los turnos y las habilidades.

    Los turnos cambian el aspecto del escenario

    Entender los turnos es fácil: no es que esto sea un Final Fantasy, sino que Red, la protagonista, puede parar el tiempo y encadenar un número limitado de ataques sin que el enemigo pueda defenderse. Es una ventaja táctica necesaria, sin embargo: el Proceso, nombre con el que se identifica a estas criaturas blanquecinas, son mucho más fuertes y atacan en grupo siempre. Atacarles en tiempo real es un suicidio, por lo que activar el turno y saber sobrevivir hasta que se recarga de nuevo es fundamental.

    Cada cosa, a su turno

    Dentro de los turnos, por supuesto, se pelea con las habilidades adquiridas al subir niveles, al encontrarse con ciertos personajes o al erradicar determinados enemigos.

    De nuevo, entender bien cómo hay que combinarlas y qué efectos son más beneficiosos lleva un tiempo, de hecho, puede llevar media partida, pero los resultados son sumamente satisfactorios, sobre todo porque es posible hacer tácticas muy personales.

    Es tan sencillo ser un personaje que ataca a distancia como ser uno que juega pegado al enemigo, solo hace falta probar con cuál se maneja cada uno mejor, y para eso, los desafíos del juego funcionan estupendamente. Casi parecen tutoriales un poco exigentes.

    Habilidades a tutiplén

    No siempre es posible combinar todas las habilidades que se quiere, sin embargo. Existen huecos limitados: se pueden configurar cuatro habilidades principales con las que atacar. Luego, cada una de esas habilidades puede tener hasta dos huecos de modificadores.

    Por ejemplo, tener un ataque a larga distancia que paraliza al enemigo y además lo atrae hacia Red. Por último, es posible asignar hasta cuatro características pasivas que actúan libremente sin tener que hacer nada.

    Los desafíos de Transistor casi parecen tutoriales

    La cantidad de todas ellas que se puede activar en cada momento depende, sin embargo, de la memoria total de Red, que va aumentando poco a poco a medida que se suben niveles. Es difícil de entender y de dominar, como decíamos, pero funciona tan bien y es tan entretenido pelear que hasta se olvidan los repetitivos que son los enemigos o lo aburridos que son sus patrones por momentos.

    Y si se quiere un reto mejor, nada como activar los limitadores que hacen más difícil determinadas cosas del juego y que multiplican la experiencia obtenida.

    A Transistor le falta un poquito para ser excelente

    Supergiant Games ha conseguido un juego de sensasciones con una jugabilidad sorprendente y profunda, pero parece que ha dejado algunas cosas a medias.

    Seguir la narrativa de Transistor es a veces pesado, no por el recurso del narrador, que es magnífico y funciona muy bien en cuanto se entiende lo que ocurre, sino porque todos los secundarios del juego resultan superficiales y están trazados irregularmente y porque buena parte del trasfondo de los hechos hay que leerlos, algo que no tiene demasiado sentido.

    Transistor habría necesitado un empujoncito extra para ser excelente, pero tal y como está, sigue siendo un juego con un sistema de combate profundo y emergente y con un apartado gráfico y sonoro que ya quisieran para sí muchas grandes producciones.

    8

    Pros y contras

    • La manera en la que se cuenta la historia
    • Gráficos y sonido geniales
    • Sistema de combate profundo y variado
    • Los antagonistas tienen no tienen carisma
    • Los enemigos se repiten

    Transistor

    Disponible desde 20 may 2014

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